Fábrica de Inventos Centro Socioeducativo Dock Sud
El primer taller del año viene con los restos del último taller del año pasado. Abrimos la ventana a la agenda nueva que separa meses, semanas y hs. Ordenamos los kits y los materiales. Chequeamos que no falten los cargadores ni los robotitos. Pensamos quienes vamos, en este momento de equipo en movimiento. Ordenamos las valijas y ponemos en orden los pensamientos, el mapa general del taller se va dibujando en base al público y les inventores del día.
-“¿A dónde vamos? ¿Con quiénes? ¿Qué saben? ¿Cómo es el espacio?”- Éstas son algunas de las preguntas que nos hacemos, para sabernos arraigades en el territorio y tener los pies bien sobre la tierra. Desde ahí, podemos flotar y volar, imaginar y crear.
El primer taller del 2024 nos encontró en Dock Sud en la localidad de Avellaneda. Allí, funciona un Centro Socioeducativo en la EP N 31 Liliana Bodoc. Los CSC son espacios de articulación y revinculación escolar que fueron creados desde la Dirección general de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires con ese fin transformador: alfabetizar, nivelar saberes y reconectar a las infancias con las escuelas. La propuesta es transversal e incluye varias disciplinas que exceden los contenidos curriculares apelando, entre otras cosas, a la construcción de comunidad y sentido de pertenencia.
Hace algunos meses veniamos charlando con su coordinadora sobre la posibilidad de dar un taller de fábrica de inventos con el fin de que les niñes puedan tener un primer acercamiento a la robótica, a la electrónica y a la programación. Los vientos del verano nos abrieron ese tiempo diferente para poder hacerlo.
El comedor de la escuela ofició de Laboratorio. Un espacio gigante con muchas mesas para organizar los grupos y también, para disponer los libros, los robots dadaístas y los elementos de construcción. (palitos, cositos, hojitas de colores, tornillitos, cintitas, maderitas, etc). Recibimos a les participantes y les propusimos grupos por edades, desde los 8 hasta los 17 años fueron acomodándose en las mesas armadas. Nos presentamos, Jesi, Charlie y Bel, y charlamos un poco sobre saberes previos, que es el hardware, que es el software, como nos vinculamos con las tecnologías.
El momento de abrir los tubos es el momento de las miradas encendidas: cuando caen en la mesa todos los componentes y empiezan a revisar, a descubrir, a hacer ensayos de conexiones es donde se activa la curiosidad y las manos urgentes.
De ahí en más, todo es tiempo de exploración y experimentación. Por momentos reina el silencio, a veces estalla la demanda colectiva de soluciones, el “no funcionaaaaa”, la frustración. Hay un repertorio de emociones que desfilan en el taller recordándonos lo más potente de nuestra humanidad.
En el devenir de los talleres a veces descubrimos cuál es el estado de situación: la escuela, o los grupos humanos son pequeñas cajas de resonancia del mundo y de todo lo que pasa alrededor. Por eso, cada vez más, tenemos el desafío de que los talleres sean un espacio de disfrute en un contexto en donde las infancias están expuestas a una vida cotidiana de gran incertidumbre. Abrir esa posibilidad de saberse inventorxs es una forma de hacer política. Crear, transformar, imaginar, proyectar, organizarse en grupos, ponerse de acuerdo, concretar una idea. ¿No son acaso formas en las que deseamos ser y hacer con otrxs? Por eso, siempre decimos, no somos solamente un taller de tecnologías. Somos un grupo de personas deseosas de llenar todo de mentes atentas, observación consciente y transitar colectivo.
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Porque amasar un pan y escribir un cuento son cosas muy parecidas. Porque repartir un pan entre todos y leer un cuento en voz alta son las mas antiguas costumbres del amor”. (Liliana Bodoc “Cuentos de Harina”)
De alguna forma, en nuestros talleres repartimos saberes, disponibilizamos nuestra caja de herramientas en forma de propuestas didácticas sensibles. De alguna forma, nuestros talleres son también, una antigua costumbre del amor de nuestra cooperativa Cambá.