Fábrica de Inventos. Edición invierno

Durante las vacaciones de invierno estuvimos activando el Taller Fábrica de inventos en el Museo histórico regional Almirante Brown de Bernal y en el Museo de Artes visuales Victor Roverano de Quilmes.

Armamos una propuesta específica de dos hs de duración para que niños y niñas del territorio y sus familias pudieran experimentar con arduinos y sus potencias artísticas.


La esencia de este taller, radica en el posibilidad de re vincularnos con el hacer. Sabernos capaces de desplegar en la realidad las cosas que imaginamos. Y para imaginar hace falta un tiempo y espacio compartido, un ratito destinado al divague. Y ahí nuestra misión: destinar el tiempo y crear el espacio para que suceda la inventiva.

Las infancias, grandes habitantes de la patria de la imaginación, se vincularon primero con los componentes y con los arduinos. Exploraron su funcionamiento y su comportamiento. Recuperando la experiencia más fabril, destinamos una mesa de trabajo para los servos, otra para los motores de continua, una para los leds y otra para los leds rgb. Cada grupo de trabajo, compartiendo, curioseando y conversando, fueron extrayendo saberes sobre lo dispuesto en la mesa. Como siempre, aparece la velocidad de la combinación de elementos: este enchufe por aquí, estos cables van por acá, qué pasa si meto esto aquí o si unimos esto por allá. Este primer ratito es para tocar.

Nos sorprendió que muchos y muchas ya conocían los arduinos, nuestras experiencias precendentes nos mostraron más desconocimiento y menos noción de los componentes. Hay, evidentemente, un laburo en los diferentes niveles educativos sobre robótica y lo celebramos.

Y ahí hacemos un stop de taller. En el juego de palabras, nos metemos adentro de la idea de robot y lanzamos la pregunta al aire. “¿Qué o quién es un robot y qué es la robótica?” Aparece la idea más popular, el sentido común: un humanoide con cuerpo de acero que se mueve mecánicamente. Urgando un poco más en los sentidos ampliados, aparece la idea de que un robot está creado y mediado por “lo humano” y que un robot, puede ser también, nuestro celular. Y la tele, la aspiradora, un auto y muchos de los objetos de nuestra vida cotidiana. Y es, en esa narrativa, donde podemos indagar sobre el vínculo entre nuestro hacer y la creación de “lo posible”.

En el auge de las inteligencias artificiales y de los dispositivos inteligentes, del fast y de lo easy es necesario re-pensar donde radica la capacidad de la inteligencia humana y cuáles son los sentidos (sobre sentir) que se ven involucrados en ella. Es decir, qué sentimos cuando la tocamos, que sentimos cuando funciona, qué sentimos cuando la olemos, qué sentimos cuando la creamos. Y en esta idea de recupero de la noción de fabril lo que revalorizamos, también, es la idea del oficio, acción que está atravesada por la experiencia y por el hacer.

Algunas de las reflexiones que guían nuestra práctica son “Qué hacemos cuando hacemos. Para qué hacemos lo que hacemos. Qué hago con lo que sé.” Y de ahí re-existimos en la idea de poder vincular saberes y prácticas, de re-conectar saberes con procesos y de fomentar saberes como placeres.

Para el fin de los talleres situados en las vacas de invierno, fue necesario buscar, también, la experiencia lúdica. Les niñes necesitan jugar y quieren jugar porque así conocen el mundo y los desmenuzan en toda su extensión. Su cuerpo se involucra en la acción y su mente elabora conexiones simbólicas que se sintetizan en nuevos saberes y en nuevos aprendizajes. Trabajamos con dos tipos de tarjetas: una de componentes para armar los grupos, y otras para inspirar el armado de inventos. También, nos sirvieron como divisiones de tiempo: el de la exploración y experimentación y el de la creación y la expresión.

Los desafíos de estas propuestas, a veces un poco más abiertas, otras más direccionadas, implican poder gestionar ese conjunto de sentimientos que se cuelan en la experiencia. La frustración, aparece como negativa a no poder cumplir la expectativa. ¿Y cuál es la expectativa más incumplida? La de la tecnologías como hecho mágico, rapidísimo, lleno de experiencias gratificantes.

Y ahí volvemos a hablar sobre la noción de proceso y tiempo que se ven implicados en el acto mismo de hacer algo. Nos han preguntado como hacemos para manejar la ansiedad en los talleres, y siempre creamos un puente entre el afuera y el taller. Cuando nos vinculamos con otres, toda nuestra experiencia está mediada por límites y posibilidades propias y ajenas. Nuestro rol como talleristas, además de todo lo dicho mas arriba, es generar ese espacio del medio entre el poder y el querer y manejar los tiempos para potenciar nuestras propias expectativas de taller. “¿Qué se puede hacer y qué no?¿Qué se puede tocar?¿Cuál es el momento para hacerlo?¿Cómo trabajamos en equipo?¿Por qué es importante trabajar en equipos?”.

Y, justamente, los inventos más complejos, que pudieron ser terminados, fueron en las mesas donde el equipo se dejó atravesar por la experiencia de lo colectivo.

La potencia de lo colectivo, como hecho creativo, es otra de las grandes lineas que dejamos que emerjan en los talleres. Porque en la cotidiana del desarrollo de software y de las tecnologías en general, entendemos, como tesis política que “la cosas son mejores, y salen mejor si las hacemos con otres”. Con esa experiencia atravesando nuestra práctica, replicamos en los talleres escenarios donde la organización colectiva sea puesta como valor.


Proponer Fábrica de Inventos en dos espacios que fomentan las artes y la historia de nuestro municipio fue un placer. Habitar esos espacios del territorio con nuestras perspectivas articulando con el Estado es potente, sobre todo para que las propuestas lleguen a más personas. Agradecemos esta convocatoria y deseamos poder seguir sembrando la curiosidad en las tecnologías desde la indagación colectiva y creativa.